miércoles, 22 de enero de 2014

Algo nuevo por algo roto

Os dejo aquí una pequeña historia que he escrito esta mañana. No estaba muy segura de compartirla, pero dado que ha obtenido algunas buenas críticas me animo a hacerlo. Espero que os guste y disfrutéis tanto yo escribiéndola.

Recuerdo perfectamente cada detalle de ese día. No dejaba de llover y yo corría, pero no por la lluvia. Corría porque huía de algo, huía de un dolor desgarrador y punzante, de esos que te ahogan la respiración y envenenan tu cabeza. Mis lágrimas se mezclaban con el agua de la lluvia mientas cruzaba el parque, al principio evitando los charcos, después pisando cada uno de ellos dejándome llevar por la tristeza y el abatimiento.

Entré en casa encontrándome de lleno con mi madre que comenzó a gritarme furiosa por lo embarrada que llegaba. Evidentemente yo no estaba para sermones, así que en un descuido me escurrí  para acabar encerrándome en el baño. Mi madre, tan buena como era y como sigue siendo, me siguió y me pidió amablemente y con toda la dulzura del mundo que abriese la puerta.

-María, por favor. No es el fin del mundo.

-Sí mamá, tú no lo entiendes, pero no habrá otro igual. Era especial, y ahora… ahora está todo roto, no tiene arreglo.

-Ya lo sé, cariño. Lo creas o no a todos nos ha pasado cuando éramos más pequeños, pero la vida sigue y claro que habrá otro más especial, al que querrás más y con el que te divertirás el doble.

-¿Me lo prometes?

No sé cómo, pero las madres tienen la capacidad de hacerte creer cualquier cosa y proporcionarte una enorme paz interior. Sólo necesitaba que de su boca salieran las palabras adecuadas para que mi mundo dejase de ser tan gris y se volviese del color azul intenso que tenía casi todos los días.

-Te lo prometo. Todo va a ir bien.

Salí del baño, secándome las últimas lágrimas y con los ojos aún rojos de la llorera. Abracé a mi madre y pude sentir todo su amor arropándome.

-Esta tarde iremos a la tienda y podrás elegir el juguete que quieras. – me dijo.

- ¡¿El que yo quiera?! – el peor de mi vida hasta entonces de pronto se tornó como el mejor de todos.

Esa mañana mi revoltoso compañero de clase, Luis, había destrozado mi precioso conejo de peluche, y no había podido evitar cogerme un enorme berrinche de camino a casa. Sin embargo, el abrazo de mi madre, la promesa de que todo iría bien, el futuro nuevo juguete y los macarrones con tomate y carne picada que tenía para comer, me hicieron olvidar la tristeza que tanta desolación me había causado unas horas antes.

Es bonito hacerse mayor, pero la inocencia de aquella niña ya no está.

Se me olvidaba comentar que le he dado algo de forma al blog y he añadido en la página principal dos apartados: "sobre mí" y "sobre ti". Lo que más me interesa que leas es "sobre ti" ya que es un regalo que os he querido hacer a todos como lectores.

Aquello que interrumpe mi sueño

Últimamente mi cabeza no deja descansar a mi cuerpo. Hay demasiadas cosas vagando en ella y que no llevan a ninguna parte. Cosas que entorpecen la lógica que algún día tuve y que quiero que vuelva.

Se me está haciendo cuesta arriba esto de ser mayor. Vale, todo el mundo me dice "¡ay! si yo volviese a tener veintidós (casi veintitrés) lo que haría...". Que no os engañen, los veintidós no son la mejor época casi para nadie. Es tiempo de decisiones, de empezar a andar solo y descubrir un mundo que tus padres te estaban ocultando con toda su buena voluntad. Es, básicamente, darte una hostia. Es tiempo de errores y por lo tanto de aprender de ellos, pero para una persona que no está acostumbrada a equivocarse esto puede suponer caminar hacia la vida de espaldas, chocando una y otra vez, sin saber dónde vas.

Creo que una de las cosas por las que no duermo bien es la culpa. El constante pensamiento de que a partir de ahora mi vida me pertenece solo a mí, y que soy la única responsable de cualquier acto que realice de ahora en adelante. Por supuesto tendré el apoyo o la ayuda de la gente que me quiere si algo sale mal, pero el error caerá sobre mi conciencia. Hasta cumplir los dieciocho años solía consultar a mis padres, segura de que ellos sabrían qué debía hacer y tendrían la respuesta correcta a todo (y si la respuesta no era la correcta, no pasaba nada, la culpa era de ellos, ¿o no?). Y bueno, de los dieciocho a los veintidós estuve estudiando en la universidad aquello que yo elegí y que resultó ser algo que de verdad me gustaba; supongo que si no hubiese dado con la profesión adecuada me habría dado la hostia a los dieciocho (mi primera mala decisión tomada) y no ahora.

Ahora que dispongo de tiempo dedico algún momento del día a analizarme, por curiosidad y porque nunca está de más saber más cosas sobre uno mismo, y he llegado a la conclusión de que no soporto que las cosas salgan mal. Necesito que todo esté bien y en equilibrio o armonía, pero no de una forma que el resto de personas también necesitarían; en mi caso lo que ocurre es que me hago responsable de factores que no puedo controlar y que en la mayoría de los casos ningún otro ser humano controla. Os podré un ejemplo: he quedado con un amigo/a para tomar un helado en su heladería favorita que casualmente ese día está cerrada, así que vamos a otra heladería, pero yo sé que mi amigo/a no está disfrutando igual de su helado, me siento culpable por ello, aún sabiendo que yo no tengo las llaves de su heladería favorita ni he ocasionado su cierre.

No puedo evitar sentir que quizá podría hacer algo para solucionarlo, e intento pensar mil formas de solucionar cualquier cosa. Y la mayor culpa de este momento es saber todo lo que tengo que ofrecer y no encontrar trabajo. Sé que en mi mano solo está la acción de echar curriculums y después simplemente tengo que tener la esperanza de que algún día me llamen, pero es frustrante no poder hacer nada más, saber que es cuestión de suerte o probabilidades, y no de que soy yo.


domingo, 12 de enero de 2014

Creer o no creer

No sé muy bien qué quería estudiar de pequeña, seguramente quisiera ser veterinaria por lo mucho que me encantan los animales. Supongo que cambié de parecer cuando mis padres me explicaron que tendría que tratar con sangre. Más adelante quise ser forense, una locura, pero ¿de qué sirve vivir si estás completamente cuerdo?

Finalmente estudié Comunicación Audiovisual (también conocido por muchos como "eso que es como periodismo". De hecho creo que mi abuela sigue pensándose que alguna vez me sentaré en un plató a hablar sobre la vida de otras personas). Pues no, mi sitio no está delante de las cámaras. Me gusta mi carrera, y la he querido más según han pasado los años, tanto que me dio pena acabarla. El profesor que más me gustó fue el de Guión, esa asignatura fue mágica; lo que me lleva de nuevo a la escritura. Creo que es algo que me acompañará siempre, no sé por qué, pero me gusta escribir, la razón puede ser que tengo mucha imaginación. Por eso mi trabajo tiene que derrochar creatividad, me imagino llegando a casa y sintiéndome realmente a gusto con lo que hago, creo que tengo tanto que dar que necesito dejar un poco de mí a cada paso que doy y una de esas cosas será en mi trabajo (o eso espero).

Me gusta tener tanta imaginación, aunque a veces es un poco traicionera. Por ejemplo, a mis 22 años mi vida no es como siempre la imaginé (vale, la vida nunca es como uno se la imagina, pero yo de verdad creía en la vida que me construí en mi cabeza). Pero bueno, supongo que eso es la madurez, afrontar las cosas como son y no como te gustaría que fuesen.

No quiero meterme con la religión ya que respeto cualquier creencia, pero yo no creo en la iglesia ni en ninguna religión, creo en mí y en el ahora. No puedo concebir una vida después de la muerte, o la reencarnación. Quizá me equivoque y arda en el infierno (algo que agradecería porque prefiero en calor al frío), pero ahora mismo eso me da igual. Como creo firmemente en que vida sólo hay una y que cuando me muera será como antes de que existiera (nada) pues prefiero vivir siendo lo más feliz que pueda para no tener miedo a morir cuando llegue el momento.

El otro día fui al médico, y resulta ser un hombre majísimo que sólo necesitó decirme cuatro cosas para hacerme sentir de otra manera. Incluso pude notar que creía en mí. Es curioso como alguien a quien acabas de conocer muchas veces puede hacer que cambies la manera de ver la vida, puede que tenga que ver con que piensas que esa persona está siendo sincera. Un amigo muchas veces te dirá cosas que quieres oír porque te quiere y por miedo a herirte, en cambio un extraño sabes que no te debe nada, prácticamente le das igual, y cualquier palabra que salga de su boca probablemente sea de verdad. Y no es que me llene más que una conversación con un amigo, simplemente me hace reflexionar más sobre todo, sobre cómo soy.

Espero haber podido servir de inspiración en algún momento, y si no es así pues espero serlo en un futuro.




domingo, 5 de enero de 2014

Lo que da de sí un viaje en autobús

Bueno, esta segunda entrada se ha retrasado un poco, pero he estado liada haciendo nada. ¡AH! y luego tuve que hacer esa otra cosa insignificante. Total, que al final se me fue el tiempo en cosas menos importantes, lo típico.

El otro día iba en el autobús escuchando música y me estuve fijando en la gente que había en la calle (a veces me gusta imaginarme cómo serán sus vidas, si serán felices, si vienen del trabajo o de tomar algo con un amigo, etc) y me pregunté cómo me vería yo desde fuera. Suelo sentir que la gente vive o cree que está viviendo y yo no hago más que pararme para pensar a dónde ir. Esto me ha hecho acordarme de cuando tenía 4 o 5 años y pensaba que la gente sólo existía cuando interactuaba conmigo, creía que si me iba a casa mis compañeros de clase no estaban haciendo nada, simplemente no existían porque no estaban conmigo en ese momento. Sí, es gracioso porque pensaba que yo era el centro del mundo y que la vida era como yo quería o yo hacía que tuviese razón de ser; y ahora es tan diferente, soy insignificante contando con que ahora mismo hay más de siete mil millones de personas viviendo paralelamente a mí, y ya no digamos si pienso en los miles de millones que se quedaron atrás o los que me sucederán. Y me pregunto por qué la vida de algunas personas (por ejemplo actores, políticos, monarcas, etc) valen más que la mía o la tuya. O por qué parece que hay gente que trata de recordarte a cada instante lo insignificante que eres, si yo sé que soy exactamente como quiero ser, y eso me hace sentir realmente grande.

Cuando digo que soy insignificante me refiero a que la vida del ser humano es cortisísima si la comparas con la edad del universo, y que cuando quiera darme cuenta se habrá pasado mi vida. Por eso tengo miedo, tengo miedo a llegar al final y no haber hecho todo lo que quería hacer, o bueno, dicho de otra manera, tengo miedo de mirar atrás y sentir que no he aprovechado mi tiempo. Vale, ahora llega cuando dices "esta tía es gilipollas", tiene miedo a estar perdiendo el tiempo y ha empezado esta entrada diciendo que estos últimos días estuvo haciendo algo no muy importante. Lo sé, yo también me caigo mal a veces.

Tengo la sensación de que tengo que hacer algo grande, y no me refiero a encontrar la cura contra el cáncer o sacar un disco que venda millones de copias, digo algo grande para mí. Para alguien algo grande será montar su propia empresa, o tener un hijo, o escalar el Everest. El problema es que yo no sé qué es aún y tengo miedo de llegar al final de mi vida y no haberlo descubierto, o de descubrirlo y fracasar.

Parece que todo el mundo tiene claro todo, o quizá sea que no se paran a pensar en lo que hacen, simplemente caminan hacia donde se supone que tienen que caminar. Y todo el mundo tiene opiniones para todo, saben qué hay que hacer y cuál es la solución: ahorra dinero, el dinero está para gastarlo; tener un hijo solidificará vuestra relación, tener un hijo sólo empeorará las cosas; ese chico es perfecto para ti, ese chico no te conviene; cásate, divórciate; deja tu trabajo, mantén tu trabajo; estudia esta carrera, esa carrera no sirve para nada, etc. Siempre hay alguien que tiene algo que decir, y parece que alguien vino hace mucho tiempo a indicarnos lo que es correcto, lo que es normal y lo que no. Yo no quiero seguir el patrón establecido, quiero elegir mi propio patrón, o sea, puede que al final acabe eligiendo lo ya establecido, pero si lo hago que al menos sea porque antes recapacité acerca de lo que quería y estaba buscando.

Creo que por hoy es suficiente. Demasiada divagación. Incluso te puede parecer una absoluta estupidez todo (respetaré cualquier opinión), pero no puedo hacer nada, esto es lo que está en mi cabeza.


miércoles, 1 de enero de 2014

El principio

Todo es la suma de algo y todo tiene un principio, o quizá eso queremos creer. Si ordenamos las cosas, los acontecimientos, los pensamientos, todo tiene más sentido y pesa menos.

Esto no es un blog especializado (es decir, que trate sobre moda, peinados, química, perros, recetas de cocina, etc.), es un blog sobre mí. Bueno, puede que no sea la persona más interesante del planeta, pero no he encontrado nada mejor para escribir que yo misma. Lo que busco es conocerme un poco más y liberar esas pequeñas inquietudes que pululan en mi cabeza constantemente; esas reflexiones, sueños, sensaciones y experiencias que escondo en lo más profundo y que a veces me impiden avanzar.

Esta entrada es el primer paso, espero encontrar algo valioso por el camino y que todo esto que escriba me sirva. Me ha costado dos meses empezar, no sé si se debe a que tengo miedo a descubrir cómo soy, o quizá ya sé cómo soy y eso es lo que me asusta; en cualquier caso, necesito muchas respuestas porque tengo muchas preguntas (aunque aún no sé qué preguntas son). En realidad me emociona la idea de no saber dónde llevará esto. Y no me importa cuánta gente lo lea, porque lo que me gusta de esto es que es algo mío, que desde hace tiempo no he hecho nada realmente para mí misma. Tenía abandonada la escritura y no recordaba lo satisfactorio que es, todo lo que me hace sentir.

No puedo asegurarte que lo que escriba te vaya a ayudar, o que te identifiques conmigo. Cabe la posibilidad de que me cojas cariño, me detestes, te entretenga, te aburra, te saque de quicio, te rías conmigo o de mí, etc. La vida está llena de posibilidades, pero sea lo que sea lo que ocurra no puedo hacer nada, porque yo soy esto. He pasado mucho tiempo intentando controlarlo todo, y ahora, ahora es el momento de dejarse llevar un poco y hacer lo que de verdad quiero hacer.

No sé si he escrito poco o mucho, he escrito justo lo que me apetecía escribir. Mañana, si me veo inspirada, te hablaré de mí (de lo poco que sé).